Cualquier complemento que contribuya a mantener una buena salud bucal, es bienvenido. Como siempre decimos en nuestra Clínica Dental, la higiene bucal es la base fundamental a la hora de garantizar una óptima salud bucodental. En nuestra rutina de higiene diaria, debemos evitar en la medida de lo posible, que se forme placa bacteriana para mantener nuestros dientes sanos, y este es el objetivo principal de los irrigadores dentales. Por eso, recomendamos a nuestros pacientes el irrigador bucal para completar sus rutinas de higiene oral.
En el siguiente artículo vamos a descubrir todas las ventajas y beneficios del uso del irrigador bucal como complemento del cepillado de dientes convencional.
Aunque hasta hace unos años, el irrigador bucal sólo se veía en las consultas del dentista, en la actualidad es un aparato muy habitual y al alcance de todo el mundo para su uso doméstico.
El irrigador bucal está indicado para complementar la limpieza de la boca junto al cepillado, y su funcionamiento es muy sencillo, consiste en aplicar un chorro de agua a presión pulsátil sobre los dientes y encías. Gracias a la ayuda del agua a presión, se consigue llegar a todos los rincones donde el cepillo de dientes o la seda dental no alcanza.
Lo que conseguimos con el irrigador dental es remover cualquier resto de comida que se quede acumulado entre los dientes o bajo la línea de las encías, y una eliminación de la placa bacteriana de manera mucho más exhaustiva y completa.
Hay que indicar que la técnica del irrigador bucal no sustituye al cepillado, ya que es un complemento, pues la combinación de ambas técnicas es la que nos va a ayudar a conseguir una limpieza mucho más profunda, y con ello, prevenir la aparición de caries, mejorar la salud de las encías, reducción de sangrado y la inflamación.
El irrigador dental es un complemento indicado para todo el mundo, pero sobre todo para aquellos pacientes con necesidades especiales de salud bucal, como por ejemplo:
Aunque existen diversos modelos de irrigadores dentales en el mercado, por norma general, se componen de 3 partes: un depósito de agua (que puede variar de tamaño), bomba de irrigación y boquilla o cánula para aplicar el agua a presión de forma pulsátil sobre el diente y encías.
El primer paso para usar el irrigador es rellenar el depósito con agua normal del grifo. Aunque en algunos casos, se puede añadir un poco de enjuague bucal en el depósito del irrigador junto al agua, siempre y cuando así lo recomiende nuestro dentista de confianza.
Una vez que ya tenemos el agua en el depósito, colocamos la boquilla. Generalmente, los irrigadores incluyen diferentes tipos de boquilla para las distintas zonas de limpieza, incluso existe un tipo de boquilla especial para la limpieza de brackets, o la lengua.
Cuando ya tenemos colocada la boquilla, se regula la presión del agua, apuntando la boquilla hacia el lavabo.
Para usar de manera correcta el irrigador, colocamos la boquilla en dirección a la línea de la encía y lo inclinamos aproximadamente 90 grados. Colocamos el cuerpo hacia el lavabo y, manteniendo la boca entreabierta, activamos el chorro de agua.
Lo recomendable es empezar desde los últimos molares e ir avanzando a lo largo de la línea de la encía, poniendo especial cuidado en las zonas interdentales para eliminar cualquier resto de alimentos.
El irrigador dental tiene múltiples beneficios sobre la higiene bucodental, siempre y cuando se utilice en conjunto con otras técnicas de limpieza con un cepillo eléctrico o manual. Por mencionar algunas de las ventajas del irrigador de agua presión:
En nuestra Clínica Dental Verónica Gil podemos asesorar sobre el uso y modelo que mejor se pueda adaptar a cada paciente ¡Estaremos encantados de atenderos y sacaros de dudas!
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